Monday, January 25, 2021

Un cachorrito de ojos dormidos

Doña María era una mujer viuda de unos setenta y tantos años, amante de la cocina y el hogar, tanto, que hasta entonces no había quien se resistiera a su famoso pastel de morrocoy.

 

Era el mes de julio de 1997, Domingo, el primero de sus nietos, estaba pronto a cumplir años; doña María no podía hacer otra cosa que organizarle un almuerzo, al revisar la despensa vio que le hacían falta algunas cosas para tal evento, así que se dispuso para ir al supermercado, pero justo al abrir la puerta de su casa, se encontró con un hermoso cachorrito de ojos dormidos que la miraba fijamente. Ella lo vio como si nada, le hizo la vuelta para esquivarlo y seguir su camino. Camina que te camina, y el cachorrito… detrás.

 

El supermercado quedaba a unas cuadras de su casa; había que cruzar la calle y doblar en la esquina, llegar al kiosco de Manolo, seguir por la acera hasta la peluquería que daba al Mercatradona, el único supermercado del pueblo; y a todas estas, el cachorrito… detrás.

 

Justo en la puerta del local estaba un señor de ojos pardos, piel morena, cabello negro y de un metro ochenta de alto. Él la vio y le preguntó:


—¿Ese cachorrito es suyo?
 

—No. —Contestó ella con firmeza. 

—Entonces me lo llevo para mis nietos.

 

La abuela entró al supermercado, dio vueltas y vueltas por los anaqueles, al parecer algo le había despojado de su concentración y por ello al cabo de unas dos horas volvió a casa sin poder comprar nada.
A la mañana siguiente se preparó para ir al supermercado de nuevo, pues aún le faltaban las cosas para el gran almuerzo. Esta vez, se puso brillo en la boca y algo de perfume, al abrir la puerta… allí estaba él, viéndola con sus ojitos dormidos, ella lo vio... y siguió; cruzó la calle, dobló en la esquina, siguió por la acera hasta la peluquería que daba al supermercado; y el cachorrito… detrás.

 

Una sensación extraña se apoderaba de la abuela; eso de andar con un cachorro ajeno era bastante extraño.

 

—Ojalá me encontrara al viejo ese y le devuelvo su perro. —Exclamó la abuela con un aire más nostálgico que molesto.

Al verlo, las maripositas de inmediato invadieron su estómago. Ahí estaba él… con su piel morena y sus ojos pardos. Doña María lo único que pudo expresar fue una sonrisa de quinceañera. 

 

—¿Qué es, chica? Ya tú estás vieja pa'la gracia —pensó. 

—¿Ese cachorro es suyo? —Preguntó el señor en un tono muy cortés.

—No, y si se lo va a llevar a sus nietos, asegúrese de amarrarlo bien. Mire que yo no estoy puesta por el gobierno para andar repartiendo perros por ahí.

 

El corazón le latía cada vez más rápido. En lo único que podía pensar era en aquellos ojos pardos, entró al supermercado, y al igual que el día anterior, dio vueltas y vueltas por los anaqueles sin comprar lo que le hacía falta; nuevamente llegó a casa sin nada en las manos. 

 

Al día siguiente se bañó, se secó el cabello y se maquilló. Antes de salir, se persignó y abrió la puerta para ver si sus ojitos dormidos estarían ahí. Él la miró y ella igual, esta vez, con ánimos de complicidad, el cachorro no iba detrás, caminaban uno al lado del otro.

 

En la puerta del supermercado estaba él, con su "liqui liqui" impecable, y a diferencia de los días anteriores, el viejo preguntó:

 

—¿Esta abuelita es tuya? 

—No. —Respondió el animalito. 

—Entonces, me la llevo para mí.

No comments: