Daniela
Te cruzas en mi camino y haces que todo lo demás se haga a un lado para poder ver tu bella silueta reflejada en el mar de mis sentimientos. Saber que un poco de atención te puedo robar, no me importa si para bien o para mal; simplemente quiero que sepas que existo, y eso me basta. Por eso escribo lo que lees, gracias.
Después de oír tus palabras, no me importa morir; ya mi vida se habrá completado. Eso sí, mejor si muero en tus brazos, que son los dadores de mi vida, morir en los que me hacen vivir.
Vivir, morir, ser o dejar de existir, no lo sé… solo sé que algo en ti es parte de mí. Me das esa inspiración que no sé por qué nace, quizás por el par de esmeraldas incrustadas en el nácar de tu rostro y los rubios cabellos que, al compás del viento, como hilos de oro se confunden con los más brillantes rayos del sol al ocaso.
Miradas van, sentimientos vienen, y nuestros cuerpos se mantienen alejados, temerosos de confundirse entre sí y llegar al punto de parecer ser solo uno.
Pensamientos aturdidos surgen por esa fuerza inexplicable que te empuja a actuar, pero que te frena al no saber qué pueda pasar.
Qué impotencia se siente al estar atrapado frente a un mago con la cara de cristal.
Quiero dejarme llevar por mi mente, que se abre a las posibilidades infinitas que surgen en estos casos, pero no, no lo creo debido.
Hasta mañana.
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